Un varón cansado de luchar decidió darse por vencido.
Renunció a su trabajo, a sus relaciones, incluso a su espiritualidad.
Quería renunciar a su vida. Se fue al bosque para tener una última charla con Dios.
Llegando le preguntó a Dios: “¿Podrías darme una buena razón para no darme por vencido?”.
La respuesta le sorprendió: “Mira a tu alrededor: ¿ves el helecho y el bambú?”.
Respondió que sí.
“Cuando sembré las semillas del helecho y el bambú, las cuidé muy bien, les di luz, les di agua.
El helecho rápidamente creció, su verde brillante cubría el suelo. Pero nada salió de la semilla de bambú. Sin embargo, no renuncié al bambú.
En el segundo año, el helecho creció más brillante y abundante. Y nuevamente, nada creció de la semilla de bambú. Pero no renuncié.
En los años tercero y cuarto, aún nada brotó de la semilla de bambú. Y tampoco renuncié.
En el quinto año pasó lo mismo, nada salió de esa semilla. En el sexto, nada.
Hasta el séptimo año, un pequeño brote salió de la tierra. En comparación con el helecho, era muy pequeño, insignificante.
Pero sólo seis meses después, el bambú creció más de 30 metros de altura.
“Tardó seis meses en crecer?
No. La verdad es que se tomó siete años y seis meses en desarrollarse.
Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces profundas, que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después.
Aquellas raíces lo hicieron fuerte y le dieron lo que necesitaba para sobrevivir”.
Dios afirmó: “No le daría a ninguna de mis creaciones un reto que no pudiera sobrellevar.
¿Sabías que este tiempo que has estado luchando, realmente has estado echando raíces? Si no renuncié al bambú, nunca renunciaré a ti.
No te compares con otros: el bambú tenía un propósito diferente al del helecho; sin embargo, ambos eran necesarios y hacen del bosque un lugar hermoso.
Tu tiempo vendrá, ¡crecerás muy alto!”.
El cansado de vivir todavía hizo una pregunta final:
“¿Y qué tan alto debo crecer?”.
En respuesta Dios hizo otra pregunta: “¿Qué tan alto crecerá el bambú?”.
Y aquél contestó: “Supongo que tan |alto como pueda”.
Dios nunca renunciará a nosotros.
Quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada y le grita: “¡Crece!”.
El bambú japonés crece más de 30 metros y algunos llegan a crecer un metro diario.
En la vida cotidiana muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo.
Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a obtener resultados a corto plazo, abandonan súbitamente, justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta.